(Caracas, 12.01.2017, PROVEA) Marino Alvarado | A finales de 2016 el país tuvo conocimiento de una masacre realizada en la población de Barlovento por integrantes del Ejército que participaban en uno de los antipopulares Operativos para la Liberación del Pueblo.

Con toda razón la atención del hecho se centró en las 13 víctimas y sus familias. El Ministerio Público actuó de manera diligente y hoy están tras las rejas los presuntos responsables. Sin embargo, pasó desapercibido que el componente ejército de la fuerza armada estuviese en un operativo de seguridad ciudadana.

Su actuación es muy frecuente en las zonas fronterizas y los saldos en materia de derechos humanos bastante lamentables. Sin embargo, la presencia del ejército en labores de seguridad ciudadana en el centro del país, no es normal. Por qué entonces se usó a ese componente en un operático OLP? La respuesta la tenemos en la creciente militarización de la gestión pública en el país.

Los militares copan muchos escenarios de la vida cotidiana. Lo único que falta es que se designe a un general entrenador de nuestra selección nacional de fútbol o dirija el próximo Mis Venezuela. Están en todos lados. El Ex presidente Chávez le vendió al pueblo la idea que los militares eran eficientes y por eso era importante participaran en la actividad económica, en labores sociales, ocuparan embajadas, empresas y hasta mercados. El tiempo no le dio la razón. La ineficiencia campea en todos los rincones del país. No hay duda, los militares fracasaron.

El resultado no es para alegrarnos, pero si para reflexionar. Tenemos una sociedad militarizada que con el gobierno del presidente Nicolás Maduro se afianza cada vez más.

Y como parte de esa militarización, las labores de seguridad ciudadana que corresponden por mandato constitucional a las policías, son asumidas cada vez más por componentes de la Fuerza Armada. Pero además las labores de control del orden público.

Ese empeño de involucrar al Ejército en el combate al delito, posiblemente tenga rechazo en muchos oficiales de la Fuerza Armada. Ellos saben, que no son formados para esa labor. Ojalá lo ocurrido con la masacre de Barlovento haya servido para que en el seno de nuestra Fuerza Armada se comprenda aún más lo inconveniente de militarizar la lucha contra el delito.

Esa estrategia, desafortunadamente la distorsionó y acabó el presidente Maduro. Quien lea los documentos originales de esa Misión sabrá que hoy se hace todo lo contrario

Hay un sentimiento colectivo de la necesidad de enfrentar los altos niveles delictivos que existen en el país. El aspecto central es cómo lograrlo. Sigo insistiendo, que al final del gobierno del ex presidente Chávez se elaboró una estrategia integral denominada Misión A Toda Vida Venezuela. Lo allí definido es un buen punto de partida. Esa estrategia, desafortunadamente la distorsionó y acabó el presidente Maduro. Quien lea los documentos originales de esa Misión sabrá que hoy se hace todo lo contrario. Una muestra es la Operación para la Liberación del Pueblo que resultó ser en 2016 un rotundo fracaso en la disminución del delito. Por el contrario, aumentó los delitos de derechos humanos. Trajo al país, más violencia, más luto.

Las políticas de mano dura han fracasado históricamente en Venezuela y en América Latina. Involucrar al Ejército también. Lo que viene ocurriendo en México donde se ha dado un papel clave a los militares en la lucha contra el crimen organizado, es un ejemplo del presente. Pero ya ocurrió en Brasil, El salvador y otros países. El saldo en todos fue negativo y lo que sí produjo fue mayor cantidad de violaciones a los derechos humanos.

Si el Ejército y demás componentes de la Fuerza Armada Bolivariana siguen participando en labores de seguridad ciudadana, no nos extrañe se repitan masacres como la de Barlovento. Ni una masacre más!!!

Marino Alvarado. Abogado y activista de Derechos Humanos
@marinoalvarado