(Caracas, 22 de enero 2017, El Nacional, Arturo Peraza Sj.). Siempre es difícil hacer una caracterización de un régimen político porque cada proceso histórico es muy propio y difícilmente se repite.

En Venezuela estamos acostumbrados a usar palabras para caracterizar a los grupos políticos según el afecto o desafecto que nos produzca y usamos las palabras más como armas arrojadizas que en su real significado.

Así, el gobierno se refiere a la oposición como fascismo y la oposición habla sobre el gobierno como dictadura comunista. Son palabras cuyo objeto es estigmatizar al grupo contrario y no tiene por objeto reconocer la situación.

La oposición es incapaz de ser fascista porque no tiene un elemento central a dicho movimiento que es la existencia de un liderazgo carismático-mesiánico al cual se sigue de forma ciega.

El fascismo es contrario a todo liberalismo y la oposición es fundamentalmente liberal y muy heterogénea.

Una dictadura supone un origen del poder normalmente autocrático y la supresión de todas las libertades. Sin negar que cada vez con mayor fuerza estamos delante de un régimen cada vez más autoritario, la “dictadura” quizás no sea la mejor forma de expresar lo que en Venezuela se vive, pues de ser así este escrito sería imposible.

Hablar de neo-dictadura no ayuda a comprender el fenómeno.

Una palabra que quizás exprese mejor lo que ocurre en el país es la palabra “tiranía”.

Esta se ha ido afianzando en la medida en que evoluciona el actual gobierno.

Por tiranía definimos un gobierno en el cual no existe separación de poderes, no hay norma que regule la actuación del Estado por lo que es usual el abuso de poder, se gobierna fundamentalmente en función de su propio interés, funda su poder en el temor que genera.

Un tirano puede llegar por la fuerza o por elecciones. La condición de tiranía no viene asociada al origen del poder, como a su ejercicio.

El desconocimiento fáctico de la Asamblea Nacional, el uso de la amenaza y de grupos armados paramilitares y parapoliciales leales al grupo de gobierno, las detenciones arbitrarias, el uso del Poder Judicial para criminalizar la disidencia política, la existencia de presos políticos, las múltiples violaciones a la norma constitucional comenzando por la abusiva extensión del estado de emergencia con claro desacato a la no aprobación del mismo por parte del Parlamento, la no realización de las elecciones regionales, la negación de realizar el referendo revocatorio, son ejemplos de la descripción que he hecho de la palabra tiranía.

En la medida en que el gobierno actual va cercenando libertades y negando elecciones, tenga presos políticos, controle medios, disuelva la Asamblea Nacional, detenga diputados violentando la inmunidad parlamentaria y otros actos similares, en esa medida va calzando en la palabra dictadura.

Considero que estamos en camino progresivo a una dictadura. A mi juicio el punto de no retorno lo configuraría la disolución práctica del Parlamento, y/o la ilegalización por cualquier vía de los partidos políticos de oposición, y/o la no realización de elecciones, especialmente las que deben ser convocadas para el 2018, junto con la violación sistemática de los derechos humanos en especial a la vida, integridad y libertad personal por motivos políticos.

Al señalar que estamos en clara vía hacia una dictadura asumo que algunos de estos elementos en algún grado están ocurriendo y su tendencia es a profundizarse.

Al decir que aún no califico esto como una clara dictadura, y por eso prefiero usar el término de tiranía, indico que no ha logrado el régimen imponer aún dicho régimen y estamos a tiempo de evitarlo.

*Abogado, Provincial de los Jesuitas en Venezuela

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