(Caracas, 09.03.2018.Crisis en Venezuela). La coordinadora de la asociación civil Unión Afirmativa, Quiteria Franco, afirma que Venezuela está estancada en materia de derechos de diversidad sexual, contrario a los avances dados por la mayoría de los países de la región. Recientemente fue nombrada miembro del grupo asesor de ONU-Mujeres para América Latina y el Caribe.
El nombre de Quiteria Franco rodó casi de manera viral en las redes en febrero pasado al ser seleccionada como integrante del grupo asesor de ONU-Mujeres para América Latina y el Caribe. Esta activista se ha dado a conocer por su trabajo en defensa de los derechos de las personas LGTBI, mundo al que llegó por su interés y necesidad de defenderse a sí misma de la discriminación presente en la sociedad.
Franco es licenciada en Educación, mención Idiomas por la Universidad del Zulia; se desempeña como profesora con Maestría en Lingüística Aplicada en la Universidad Simón Bolívar, donde además asesora al grupo de diversidad sexual denominado DSX. Es coordinadora de la asociación civil Unión Afirmativa, organización que integra la Red LGBTI de Venezuela. Define su rol en la sociedad como una conjugación entre la enseñanza –que va más allá de las aulas de clase, se traslada a cada acción diaria, a cada encuentro con el ciudadano común al dejarle una idea en qué reflexionar– y su desempeño como defensora de derechos humanos, labor que se convirtió en una de sus pasiones.
—¿Cómo llegó al mundo de los derechos humanos?
Fue un camino bonito. Aproximadamente en 2001 tuve el primer acercamiento con la organización Amazonas de Venezuela, que fue la primera que trabajó en los temas de lesbianas en el país. La persona que estaba al frente de esa organización me invitó a un programa de televisión y allí conocí a quienes en esa época estaban trabajando en el tema LGTBI. Poco a poco fui incursionando en ese mundo. Algunos años después empecé a hacer activismo en favor de los animales, yo tenía tres perros. Más tarde en la Universidad Simón Bolívar, donde doy clases, se formó un grupo de diversidad sexual (DSX-USB) del cual soy asesora. Ahí comencé mi activismo LGTB porque necesitaba también ponerme en contacto con movimientos y organizaciones fuera de la universidad. Incluso me acerqué a los movimientos que impulsaban la ley de defensa de las personas que viven con VIH, aunque yo no sabía nada del tema. Allí conocí a Alberto Nieves, director de Acción Ciudadana contra el Sida (ACCSI), quien ha sido mi mentor en mi formación como activista y en el trabajo de incidencia. Cuando asumí la coordinación de Unión Afirmativa me dediqué a trabajar para reactivar la Red LGBTI, que aun cuando ya estaba articulada, tenía sus altos y bajos.
—¿Cuál es actualmente la principal lucha de los defensores LGTBI en Venezuela?
No es muy distinto al del resto de las organizaciones. El principal reto es lograr la cohesión entre organizaciones, vencer la lucha de egos que es tan dañina para lograr objetivos, y eso vale para todas las organizaciones porque debemos recordar que la defensa de los derechos humanos está orientada al reconocimiento de los derechos, no al beneficio particular. Esa cohesión nos hará más fuertes para hacerle frente a un gobierno que no nos reconoce y criminaliza nuestra labor. Por otro lado, siento que hay personas que se lanzan al activismo sin tener información ni formación, sin un verdadero conocimiento de las leyes y de las normativas y, además, muchas veces cuando ciertos activistas empiezan a tener la atención de los medios los egos se suben, se pierde el objetivo y se descuida el tiempo para la formación.
—Llama la atención que su respuesta es una autocrítica hacia el movimiento de DDHH y no hacia afuera, donde uno supone que están los retos a vencer…
Es que estamos ante retos que van en dos direcciones, y tenemos que ver nuestras fallas para ser mejores defensores. Esa otra dirección donde están los retos en materia LGTBI está, por ejemplo, en el gobierno que es absolutamente homofóbico y que lejos de ser incluyente como se vende es excluyente y discriminatorio. Pero aún así veo el mayor reto en los grupos religiosos. Puede que ellos nunca nos acepten, pero por lo menos espero que no entorpezcan la lucha por el reconocimiento a nuestros derechos de igualdad, porque lo importante es que comprendan que eso no les va a restar derechos a los heterosexuales; entonces si no perjudicamos a otros ellos no deben ser obstáculo. Y en ese sentido, como red debemos buscar la forma de fortalecer los acercamientos con los grupos religiosos de diversas iglesias que sí están a nuestro favor, porque son alianzas estratégicas.
—¿Qué es más difícil de afrontar para las personas LGTBI: el gobierno o la sociedad?
Los cambios en la sociedad son más rápidos que las leyes. Creo que la intolerancia en la sociedad va a cambiar, ya está ocurriendo, pues poco a poco hay más presencia de personas LGTBI y, por ende, está más presente el debate. En parte lo digo por mi propia experiencia, además de lo que conozco y he observado. En los comienzos de mi activismo había poco espacio de participación hasta que decidí buscar esos espacios, levantar la mano en los foros y ponencias, dar mi opinión, participar, y así poco a poco me fui dando a conocer, no fue fácil vencer la resistencia, incluso en grupos de mujeres, por ejemplo.
—¿Considera necesario que en Venezuela haya una legislación especial para las personas LGTBI o serían suficientes reformas a las leyes existentes que los incluyan?
Pienso que la forma no es lo importante, sino el reconocimiento de los derechos, aunque estoy en contra de crear leyes para grupos específicos, pues lo que se debe buscar es la protección integral de todas las personas. De hecho, la primera agenda legislativa que presentó la Red LGTBI iba orientada a la reforma de la Ley del Código Civil para permitir el cambio de nombre a las personas trans, así como el matrimonio homosexual, del cual deriva una cantidad de derechos que hasta ahora no son reconocidos. Pero lo que sí es necesario es una ley contra la discriminación porque es la recomendación de organismos internacionales como la ONU, que señala que los países deben contar con una ley amplia que incluya todas las formas posibles de discriminación y se cree un único instituto que atienda la prevención, la educación y la formación contra la discriminación, que fue todo lo contrario a lo que hizo la Asamblea Nacional chavista que se inventó leyes para grupos con la finalidad de segregar y dejar por fuera a las personas LGTBI porque se trata de un gobierno abiertamente homofóbico, de allí que en Venezuela todos los grupos vulnerables tienen una ley excepto nosotros. Al final lo que queremos las personas LGTBI es lo mismo que aspira cualquier otra: no ser discriminadas en ningún ámbito, el derecho al trabajo, al trato igualitario, el derecho a la identidad, a casarnos… queremos lo mismo, lo básico, somos seres humanos como cualquier otro.
—Hace unos meses usted decía en un evento que los países más abiertos a la diversidad sexual reciben múltiples beneficios. ¿Podría explicarlo?
En 2015 el Banco Mundial publicó un informe en el que incluía datos sobre los beneficios que obtiene cualquier país que decide ser inclusivo con las personas LGTBI al reconocerles sus derechos a la no discriminación y al derecho al empleo, porque no solo se trata de que tengamos un trabajo, sino la posibilidad de ascender como cualquier otra persona, a que contemos con un ambiente laboral inclusivo y armónico; las empresas pueden perder empleados excelentes por no garantizarles una verdadera inclusión. Igualmente ocurre, por ejemplo, con las personas trans porque si están en situación de calle son una carga, después habrá que invertir en rescatarlas, sacarlas de la dependencia de drogas, atenderlas en el sistema público de salud, crear programas de inserción laboral, entonces al excluirlas se convierten en una carga para el Estado. Al final, incluir a las personas LGTBI es una ganancia para el sector público, el privado y para la sociedad en general. Pero también hay beneficios económicos, la industria turística es de las que más los ha percibido, pues hay países que han entendido que atraer a la comunidad LGTBI tiene múltiples beneficios. Por ejemplo, desde que Argentina, España, Canadá, entre otros, permiten el matrimonio homosexual a extranjeros el turismo en esos países ha aumentado, y eso se traduce en mayores ingresos para quienes voltearon a ver sin discriminación a estas personas, pues las ven como clientes, quieren recibirlas y complacerlas, y han ido creando un ambiente respetuoso para ellas.
—¿Cómo está Venezuela en relación con los demás países de América Latina en el tema LGTBI?
Muy mal, más aún tomando en cuenta que América Latina es la región con mayor progreso en esta materia, según el reciente informe de la Asociación Internacional de Gays, Lesbianas, Bisexuales, Trans e Intersexuales –ILGA por sus siglas en inglés–. Sin ir muy lejos, Colombia, Argentina, Brasil, México tienen matrimonio homosexual; Ecuador y Chile reconocen la unión civil, Perú ya está discutiendo la unión civil; es decir, en la mayoría de los países de la región hay matrimonio, unión civil o por lo menos lo están discutiendo, menos en Venezuela, aquí el tema está estancado, no se está haciendo nada.
—Pasando al tema de su nombramiento como integrante del grupo asesor de ONU-Mujeres, ¿en qué consistirá su participación?
Quisiera aprovechar para precisar algo porque este nombramiento ha dado a ciertas confusiones. Entiendo que a muchas personas las llene de orgullo que haya una venezolana en una instancia tan importante, pero debo aclarar que yo no represento al país, mi postulación, así como la de las otras seleccionadas, es a título personal y ad honorem, no soy la representante de Venezuela, ni siquiera voy en nombre de mi organización Unión Afirmativa ni de la Red LGTBI. Me siento muy honrada de haber sido seleccionada entre 200 mujeres y con una gran responsabilidad. Este es un grupo asesor para recomendar a ONU-Mujeres qué temas discutir, cómo abordarlos, la pertinencia y qué aspectos son necesarios tratar sobre las mujeres en América Latina y el Caribe.
—¿Y ya tiene algún tema el mente?
El área que yo manejo. Mi propósito será impulsar una mayor visibilidad de las mujeres lesbianas y transexuales, y aspiro a que la instancia sea abierta a eso.
—Usted ha trabajado en varias iniciativas de derechos humanos. ¿Cómo se define en su rol de defensora?
Descubrí una pasión en lo que hago; este camino comenzó para ayudarme a mí misma, me gustó lo que aprendí en mi formación (y autoformación) y vi que con aprender un poco uno es capaz de defenderse a sí mismo. Más que sentir que tengo el deber de defender a un grupo, quiero decirle a la gente que con documentarse puede ser capaz de defender sus propios derechos, porque es imposible que los defensores estemos en todos lados. Disfruto mucho al hacer reflexionar a alguien sobre cualquier injusticia, más allá de criticar o juzgar a esa persona siento que al hacerla reflexionar estoy haciendo mi labor, pues de alguna manera todos en la vida hemos sido discriminados pero sin darnos cuenta discriminamos a otros. En la medida en que seamos conscientes de eso creo que vamos a ser mejores personas y una mejor sociedad.
Quiteria Franco: “Las personas LGTBI queremos lo mismo que las demás: ser reconocidas y tratadas con igualdad”. Ver aquí Entrevista